El Día de los Muertos es una festividad mexicana que dura tres días, un sincretismo de la religión católica y la cosmovisión mesoamericana. Esta fiesta nacional va del 31 de octubre al 2 de noviembre y también se celebra en los Estados Unidos en las comunidades México-americanas. El Halloween, que coincide la noche del 31 de octubre, es una tradición diferente.
En México, el día de los muertos es un evento en el que participan tanto indígenas como mestizos (fusión étnica: afro-euro-indígena), urbanos y campesinos. Como mestizo, criado en la ciudad de México, aprendí desde niño que la muerte es un puente a otro mundo. A los nueve y diez años, en mis clases de catecismo, aprendí, por ejemplo, que se puede resucitar y vivir para siempre: Juan 11:25.
Celebraciones del Día de Muertos en el cementerio de San Antonio Tecómitl, en la Delegación Milpa Alta de la Ciudad de México. Fuente: Wikimedia Commons
Actualmente, como miembro de las comunidades Bruderhof, consagrado al discipulado de Jesús, tengo la fiel convicción que la muerte es la liberación del alma y que, así como dice Jesús en Marcos 12:25, “seremos como los ángeles del cielo”. Y, como todo lo que vale la pena, este paso implica sacrificio. Jesús lo explica muy bien en su conversación con el joven rico, en Mateo 19:16-19:
El secreto de la vida eterna está en poner en práctica la palabra, que es voluntad del Padre.
Dicho esto, y siguiendo con la tradición mexicana, la muerte es un personaje legendario, que se correlaciona con la vida cotidiana. Es común escuchar cuentos y chistes donde la muerte es el actor principal, que se ve con desconfianza, pero siempre nos burlamos, incluso nos reímos de ella. Sin embargo, en el imaginario colectivo nacional, la muerte ocupa un lugar místico-espiritual muy importante y arraigado.
Altar del día de muertos dentro de la Casa de Cultura Jesús Reyes Heroles, Coyoacán. Fuente: Wikimedia Commons
Entre los antiguos pueblos prehispánicos se creía que después de la muerte, el alma viajaba a otros lugares para seguir viviendo. Un dicho náhuatl que aprendí, siendo estudiante universitario, dice: “La vida engendra la muerte y de la muerte nace la vida”.
Por lo tanto, los días dedicados a los muertos son una fiesta; los que murieron, que aún deambulan por ahí, hacen sentir su presencia entre los que seguimos aquí en la tierra.
Aprendí desde niño que la muerte es un puente a otro mundo.Se acostumbra poner una ofrenda de fiesta y bienvenida durante la noche del 31 de octubre, para recibir a las almas de los niños, que llegan el 1 de noviembre; y al día siguiente, es decir el día 2 de noviembre, llegan los adultos, por eso las ofrendas deben permanecer hasta el 3 de noviembre, ya que se cree sinceramente que los difuntos a quienes está dedicada, vendrán para celebrar y disfrutar juntos. La ofrenda se compone de comida tradicional, como el pan de muerto, calabaza en tacha, así como platillos de la culinaria mexicana que, en vida, fueron los preferidos del difunto. Para hacer la ofrenda más alegre se emplean también ornatos, por ejemplo, flores, papel picado, velas amarillas y calaveras de azúcar; aunque existe una serie de elementos tradicionales, la ofrenda es algo muy personal y libre para acoger a quienes se han ido.
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